
El problema de Boca es completamente estructural. Empieza en la dirigencia, pasa por los técnicos y culmina con los jugadores. Todos son responsables. Los dirigentes por no haber tomado decisiones correctas, los técnicos por no haber encontrado el equipo y los jugadores por hacer los papelones que hacen fecha tras fecha. Boca es el equipo más goleado del torneo, registra 24 goles recibidos en solo 12 fechas, es decir dos por partido. Perdió toda la solidez que lo convirtió en el equipo más ganador del continente y uno de los más respetados a nivel mundial.
El equipo parece híbrido: no ataca, no defiende, no marca y no pone “huevo”, como pide la gente. Riquelme parece una sombra de lo que fue, Palermo no toca la pelota, no convierte goles y se encuentra muy aislado. A pesar de los cambios, Alvez nunca pudo encontrar una defensa que ofrezca garantías. El medio no recupera pelotas, y cuando la tiene, la pierde con facilidad.
La derrota con Central, nuevamente en los minutos finales y de local, marcó el agotamiento del hincha: se acabó la paciencia. El blanco de los insultos fueron los dirigentes, encabezados por el presidente Amor Ameal, que se tuvo que retirar con custodia policial antes de que finalice el encuentro. Sin embargo, no pasará mucho tiempo para que la descarga sea también contra los propios jugadores, por más títulos que hayan conseguido.
Palermo fue el encargo de decirle a todo el mundo que hay una crisis en el club: tras el último partido, el goleador sostuvo: “este es el peor momento de los últimos diez años” y que hay que “tomar desiciones serias” a nivel dirigencial. Es un claro indicio de que las cosas no están bien.
Iván Sanz - Jonathan Cahn
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