sábado, 24 de abril de 2010

La Violencia no tiene fin


Más de 200 muertes en el futbol
La pelota manchada
La violencia no tiene control, las barras bravas intervienen y manejan a los clubes que representan. Los incidentes aumentaron en las últimas décadas y las soluciones están lejos de llegar.

La violencia en el fútbol es un tema tan preocupante como complejo. Todas las partes que intervienen en el deporte-negocio tienen responsabilidades primarias en lo que está pasando. Nadie puede hacerse el distraído. Ni los políticos, ni los policías, ni lo dirigentes, ni los periodistas, ni los futbolistas, ni los hinchas. La nada pasional estadística no para de actualizar datos escalofriantes: El deporte más popular de la Argentina ya se cobró  225 muertes y  ante tamaña cantidad de crímenes, la justicia condenó solo a 33 personas en 16 casos distintos. La violencia se repite todos los fines de semanas, en cualquier cancha o club, donde los principales responsables son “las barras bravas”, grupos de choque, que son sostenidos y tolerados por los dirigentes, jugadores o el mundo de la política.
La incógnita es si se podrá solucionar, o si hay alguna manera de acabar con los disturbios y muertes que azotan las canchas desde hace muchos años.
           En estos últimos años, se ha escuchado mucho la palabra “apriete” por parte de las barras bravas. Juan Román Riquelme aseguró la semana pasada haber vivido una “experiencia desagradable” en el hotel donde concentra Boca, cuando miembros de la “12” lo increparon y apretaron para que le pase la pelota a Palermo. Es por eso que fue citado por la justicia para atestiguar lo ocurrido ese domingo. Otro caso mas alarmante fue el que vivió Román Díaz, el volante de Almirante Brown, quien sacó un arma calibre 9mm para defenderse y ahuyentar a un grupo de barras que lo fue a apretar por haberse peleado con uno de ellos el día del partido contra Defensores de Belgrano.
           El primer caso de violencia en el fútbol fue a principios del siglo XX, en un partido entre las selecciones de Argentina y Uruguay disputado el 16 de julio de 1916 en el estadio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. Debido a la sobreventa de entradas, 40 mil personas se acercaron a ver el partido en un estadio que sólo podía albergar a la mitad. El encuentro fue suspendido por los desmanes producidos en las tribunas, que terminaron incendiadas. “Nosotros tratamos de evitar los disturbios pero es muy complicado por el poco personal que cubre el evento. Recibimos la orden de los jefes policiales a la hora de reprimir o defender al publico atacado”, asegura el cabo Fernando Fernández de la comisaría novena consultado por la intervención de la policía en las canchas.

  

      El periodista Amílcar Romero afirmó en Clarín que el fenómeno de la violencia sufrió una importante transformación a finales de la década de 1950, con el asesinato de Alberto Mario Linker en octubre del 58, momento en que la sociedad también empezó a tomar conciencia sobre la existencia de grupos organizados de choque. La "industrialización del fútbol", como afirma Romero, fue el puntapié inicial para esa organización, ya que se necesitaba controlar todos los aspectos que intervenían en el juego. Las barras bravas surgen como " grupo operativo con una mística y capacidad de producir violencia”.
        Desde entonces los dirigentes comenzaron a pagarles las entradas y los viajes a los estadios. Francisco Capellano, un dirigente del club atlético All Boys declaró: “Cada barra brava tiene sus medios de financiación. Sin embargo, la generalidad obtiene ingresos por el dinero que le dan dirigentes, políticos y jugadores, la venta de drogas y la reventa de entradas. También es cierto que nosotros, los dirigentes, muchas veces sufrimos las amenazas de estos violentos y no nos queda otra que acceder a sus pedidos”.
        En su libro "Muerte en la cancha", Amílcar Romero señala además, que muchos de los muertos se registraron durante dictaduras militares, 150 personas; mientras que en gobiernos elegidos por el pueblo la cifra llega a 75.
        Muchas son las soluciones que se pensaron para acabar con la violencia pero ninguna de ellas sirvió aun. El oficial Fernández afirma: “la solución principal es desintegrar a las barras bravas, otorgándole penas de prisión por los delitos cometidos. Hacer un control de seguridad estricto, aumentar el número de efectivos durante el encuentro y  por  parte de los dirigentes dejar de financiarlos”. En estos últimos dos años se implementó el derecho de admisión y sin público visitante en la segunda división pero todas las normas fueron inútiles porque el futbol se ha transformado en un negocio para muchos.


Jonathan Cahn
Iván Sanz


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